Él sigue allí
agujereado como un queso de certidumbres vacías.
Centellean los jardines del mundo
ante lo extático de las evidencias desnudas.
Girando sobre áureos pilares
se enerva mi embriaguez desbordante.
La región indiferente se disuelve
mezclándose con indefinidas superficies.
En nuestros pechos yace la noche.
Mañana-es-hoy-naciendo del fondo
de la hondonada nocturna que hospeda
la Barcastral que navega sigilosa
hacia el dorado sol de proa.
Las estelas de popa no son vistas.
Del futuro iluminado
noche Madre y partera
de las miradas enlazadas que oscilan flotando azarosas
en el horizonte plateado de lácteos futuristas.
Me cobijo bajo un pedazo de cielo.
Su tabique parece ser el único que existe.
Uña de luna escapando de las garras del abominable edificio.
Susodichos constructos construidos derredor.
Susodichas luces de electromagnetismos muertos.
Demolerlas.
Los días me impulsan a rebotar contra la hoguera-cultura
coronada con flores grises.
Clandestinos aún respiran suelos tibios
que fecundan nuestra ensoñación.
Espléndidos relatos de pieles calcinadas.
Las estrellas devuelven la luz a mis ojos.
Geometrías duermen neutralizadas proporciones.
El infanciente defeca cacástrofes.
Densa liviandad de sangre espantada de sentido.
Muertas van dando vueltas las vueltas vivas. Muertas.
Los deseos numinosos de la infancianterior entre cantos pululan
Desenredate espíritu de los fluidos del cuerpo goce.
El escondido Hacedor de las terribles simetrías nocturnas
bosteza oculto sumido en su nicho oscuro.
Las ventanas del alma son labradas
por las tibias manos del otoño
tiñéndose de un furioso tono rubí.
Despojados reflejos encandilan a tropas de aves maniatadas
que yacen sobre la faz de ruidosos arados.
Los cantos resplandecen al rozar viejos llantos.
Tristes sonrisas decoran en vano
las nostalgias que emanan
en montones de lirios apilados.
La bengala lanzada delante
enciende extensos montes de cartón.
Las cenizas de estos le sirven de tumba.
Hábitos de una muerte consumada
buscando el eterno presente de la vida.
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